Ver un reflejo positivo de quién eres. Ése es el objetivo de un proyecto que han emprendido más de una docena de socios del Club Middlebury. El producto final reveló hermosas máscaras que ahora se exhiben en las paredes de la sede del club.
Se llama Art of Emotion, un programa de seis semanas que aborda una amplia gama de emociones a través del arte.
“El arte puede ser realmente curativo para algunos niños, y puede ser un momento de reflexión mientras están creando. Mientras decoran las máscaras, cada pieza de la máscara debe tener algo que ver con ellos, hasta el color”, dice la Directora de Servicios de Salud Mental, Natasha Lantz.
“Hay cosas que son nosotros, a las que podemos aferrarnos. Esa era la idea de las máscaras: mostrar reflejos positivos de lo que somos”, dijo Marisa Lutton, Coordinadora de Arte de Middlebury.
Tanto a Lantz como a Lutton les sorprendió lo mucho que pensaban algunos de los miembros sobre el diseño de sus máscaras. Los colores y los diseños tenían que tener un significado. Los diputados necesitaban una razón para hacer algo y poder explicar lo que representaba.
Lutton dijo que los miembros le dijeron que disfrutaban de las sesiones y que les gustaba verse a sí mismos desde una perspectiva positiva. Dijo que las máscaras adquirían nuevos significados a medida que avanzaban.
“En lugar de una máscara, esto es más como un escudo. Si se sienten cómodos con lo que son y tienen pensamientos positivos, puede actuar como un escudo”, dijo.
Lantz está de acuerdo en que el programa tiene un impacto positivo.
“Les gusta la creatividad que ponen en el arte. No parece una terapia porque están haciendo una actividad, pero hablamos mientras trabajamos, así que pueden expresarse”, explica. “El objetivo es hacer algo serio, pero algo tonto al mismo tiempo. Queremos que hagan cosas que les gusten. Me encanta que todos estuvieran entusiasmados por volver semana tras semana”.
Los miembros dicen que también les gustó poder compartir el proceso creativo.
“Ha sido muy divertido. Poder trabajar con un grupo pequeño es agradable. Con la mayoría de ellos ya tenía buenas relaciones”, afirma Marsha. “Cuando terminamos y compartimos la historia, me fui con una buena sensación”.
Se animó a los miembros a contar la historia que hay detrás de su máscara, pero no se les exigió que la compartieran. Lo importante, según Lutton, era crear un espacio seguro.
“Era muy importante para ellos tener un espacio seguro donde poder compartir sin ser juzgados”.